He pasado los días pensando en una historia sobre este gran hombre que comenzó a volar. Y ayer me di cuenta de que, tras la aparición constante de mariposas negras como augurios de la muerte, he caminado frente a la casa de Toledo la última semana de mis recorridos nocturnos rumbo a mi trabajo.
Sin saberlo, he ido haciendo líneas delgadas sobre una piedra de grabado. Finos trazos, líneas con tinta negra. Escribirle una crónica muy lentamente.
Por lo pronto, hoy tomé un chocolate atole y pensé en que era un amanecer distinto, en el que muchos nos sentimos medios huérfanos.
Aunque no nací en Oaxaca y he vivido poco tiempo aquí, desde adolescente admiré su obra y seguí la ruta de los pintores oaxaqueños. Veinte años después, me encuentro viviendo en este lugar. Entonces sólo me corresponde escribir.
Una parvada blanca surcó el cielo esta mañana.
Por la tarde de ayer, una tormenta hizo el cielo azul muy plomizo, justo cuando el maestro recorría las calles vuelto ceniza.
Vuelto ceniza que viaja con el viento.
Ceniza entre las flores de mayo.
¡Cualli ohtli!
Gracias poetisa. Tus palabras son como una ofrenda fresca y olorosa, como un ramito de flores de mayo.